Rebuscando entre papeles virtuales de mi pequeña computadora encontré este texto. Al leerlo me sorprendí porque no me pareció de mi autoría. Aún tengo dudas, pero me dije: Lo que sea, voy a publicarlo antes de que siga perdido e ignorado.
Günter Grass, la memoria y el recuerdo
Cuando Günter Grass se pone a pelar la
cebolla, dice que en la memoria no hay que confiarse mucho, porque tiene fama
de venderse según la situación de mercado.
En
cambio, trata mejor al recuerdo, lo convierte en una criatura traviesa a la que
le gusta jugar al escondite.
Ah, que
pena… la una se vende, el otro se esconde.
Yo, por
supuesto, prefiero esconderme en los recuerdos que se esconden. Abrigarme bajo
el manto de la traicionera memoria me parece muy peligroso. La memoria es el
status quo, el recuerdo, nada. Solo eso, recuerdo.
La
memoria es institucional. No en vano vemos en cada institución una Memoria
Anual. Memoria Anual del ICE, del INS, del Ministerio de Justicia, de la RSC de cualquier farmacéutica,
de Toyotamascercadeusted, y así y así… Y
cosas así. Pobre memoria. Criatura recubierta en oro y alhajas para esconderse
de sus olores nauseabundos.
El
recuerdo, en cambio, es un olor a tennis nuevas, a bulto nuevo de cuero, una
foto de primer día de escuela y una salida a la pizzería o a comer sushi de
mall, es olor a desinfectante de hospital y es la reunión de excompañeros de
colegio…
Para la
memoria, todo eso, sería algo así como un expediente judicial, una protocolo para
registrar la infedelidad, sea con la pareja, con el banco, con la iglesia… la
memoria es una criatura de mercado. El recuerdo, de la poesía.
Comentarios
Publicar un comentario